Muchas veces
ya, escribí acerca de la energía de la mujer. Cuando pienso la edad que tenía
entonces, siento ternura y hasta coraje por pensar cómo me atreví a tanto. Con sospecha
y con un poco de vergüenza, me dirijo a esos escritos… ¡y me sorprendo! Expresadas
con la frescura de la juventud aquella, las ideas permanecen…
Ahora voy
otra vez. En un nuevo ciclo. Tres partos después. Ahora vengo después de
pañales, escolarizaciones, inicios, música, deportes… Ahora vengo con tres
adolescentes que tienen “sus cosas” y me dejan tiempo para tener “las mías”.
Acá vengo en
un formato que amo: escribir y con nuevas propuestas para las mujeres. Propuestas
que llevaron años de maduración hasta manifestarse. Primero fueron ideas, luego
proyectos, luego fueron tomando forma, cuerpo… Con el mismo objetivo de
siempre: ser un tiempo y un espacio de encuentro con una misma y con las demás
para cultivar la propia energía. Conocerla, entenderla, amarla y desarrollarla.
Conocerla: Como
cualquier trigrama, empezando por abajo, por el plano Tierra. El cuerpo. La
biología femenina tiene sus especificaciones que necesitamos conocer. Tiene sus
ritmos claramente definidos. Y, por tanto, sus necesidades.
En el plano
del qi, la nutrición en todos los planos.
En el plano
del shen, las emociones, los pensamientos y las proyecciones deben estar
alineadas con los otros dos dan tienes. Sumergirse en las aguas. Surgir desde
el wuji, desde el silencio y la quietud. Estar sostenidas por la base del
cuerpo y del qi.
Entenderla:
los ciclos, los ritmos, la naturaleza. Las necesidades regulares. Los principios
fundamentales de la relación yin - yang. Las capacidades innatas. Los
mecanismos de respuesta que no siempre responden a los cánones de la sociedad
que impone sus maneras siempre externas, duras, racionales, yang.
Amarla: solo
amamos verdaderamente lo que conocemos. Lo que aceptamos tal cual es. Lo que
comprendemos. Lo que es coherente. Aun sabiendo que hay cosas por mejorar. Amamos
cuando somos capaces de ver el “error” con cariño o, mejor aún, como parte de
un proceso necesario de aprendizaje.
Desarrollarla:
hacer lo mejor que podemos a cada minuto. Ser conscientes de cada acto. Respirar
con todo el cuerpo. Manejar nuestros recursos eficientemente. Ser capaces de
amar porque aprendimos a hacerlo con nosotras mismas. Ser felices a pesar de
los momentos amargos porque sabemos que para que haya vida es indispensable la
relación entre yin-yang. Dar de nosotras lo mejor porque sabemos que eso solo
puede ser recompensado. Dar sin esperar esa compensación. Ocupar el lugar que queremos
y que vinimos a ocupar. Hacerlo con todo nuestro ser. Encontrar la belleza en
todo.
La energía
de la mujer es de naturaleza yin. Como la Tierra, Gaia, la Pachamama. Receptiva,
humilde, generosa.
La Fuerza
Femenina está en el interior de todas las mujeres. A veces dormida, sofocada,
ignorada…la verdadera fuerza de la mujer se evidencia cuando se reconoce,
cuando buceó en sus profundidades, cuando conectó con su esencia, cuando aceptó
su naturaleza y aprendió a amarla. Cuando está tranquila. Cuando se sabe en su
camino personal. Cuando supo conectar con sus emociones sin dejarse arrastrar
por ellas.
La Fuerza
femenina trae consigo la intuición, la tierra, la sincronización. Expresión de
su verdadero ser (sin moldes, sin miedos, sin especulaciones).
Encontrar la
Fuerza Femenina requiere de una intención pura, de una atención clara y una
voluntad que se forja gota a gota. Requiere labor minuciosa. Requiere tiempo y
dedicación. Sin fórmulas mágicas porque la magia está en todas partes. Sin promesas
milagrosas porque los milagros suceden todos los días. Solo la presencia
completa y la entrega al proceso.
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